¿Por qué siempre lleva un “chal de lana sobre sus hombros, profe?
Solían preguntarme mis alumnos al llegar los fríos del invierno con el mes de julio.
Y yo solía responderles contándoles la historia de esa costumbre mía…
Ha llegado el mes de julio con su intenso frío y han llegado los recuerdos que siempre arrastra el calendario al hacerse “vacaciones de invierno”.
Y entonces como esos gorriones que se han quedado sin nido en el árbol desprovisto de hojas , se acercan
Como duendes o como gnomos o como pájaros que aletean intentando escapar del encierro
de aquella celda donde hace tanto tiempo ya y en vacaciones de invierno fuera llevada maniatada tras ser secuestrada para quedar ilegalmente detenida
Y sin querer o sin saber la causa, lloro y estoy sensible.
Y la tristeza se acurruca en mi corazón y empieza a dolerme el alma.
Sucederá así de por vida o hasta que me llegue el día de partir hacia el encuentro con los que se quedaron atrapados tras los barrotes de aquél encierro.
Porque volveremos a encontrarnos, estoy segura.
Hacía frío, mucho frío y yo temblaba.
Y fue entonces que ,de celda en celda y venciendo los barrotes que se interponían entre el encierro y la libertad
Me llegó una manta.
Sucia, mugrienta, deshilachada.
Que me abrigó del frío.
Y dejé de temblar .
Sobre mis hombros y como si fuera un poncho, envuelta en aquella manta me tiré sobre la colchoneta en ese encierro en el que, las paredes descascaradas y la oscuridad eran el lugar en el que como yo, tantos jóvenes de entonces pagábamos con el encierro y con la tortura y con la muerte la osadía de pensar distinto y de enfrentar a los dictadores y a la dictadura que asolaba el suelo que habitábamos.
Han pasado muchos años desde entonces y desde entonces se han sucedido una vez y otra vez los inviernos y con ellos las “vacaciones de invierno”.
Ya no estoy encerrada en aquella celda oscura pero ,sigo temblando cuando el frío del mes de julio se prende a mi cuerpo y enroscándose en cada uno de mis músculos me sacude como el viento sacude las ramas despojadas de hojas y de nidos de gorriones.
Y entonces sucede que vuelvo a envolverme con aquella manta ahora hecha “chal” tejido por mis manos.
Y tengo la sensación que el frío se aleja de mi cuerpo.
Y que el viento se detiene en aquella pequeña ventanita por la que sol se filtraba para jugar con las rejas.
Y la tristeza se acurruca en mi corazón y comienza a dolerme el alma.
Como entonces y como siempre desde entonces.
Hasta la Victoria Siempre
Mnemósine
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