lunes, 14 de noviembre de 2011
Barrio "La Gloria"
(A los maestros en huelga con cariño)
No se si ya he publicado este cuento pero, lo encontré entre los muchos cuentos que tengo escritos para recordar mi paso por las aulas pobres de las escuelas pobres donde trabajaba como maestra villera.
Me pasa con este cuento como con aquél :”Todavía Juan, todavía.
Porque son cuentos que brotan como semillas que crecen regadas por el agua de la Memoria .Esa Memoria en la que siguen habitando mis compañeras que nunca volvieron y los curas que nos traían naranjas y zapatillas y el papel barrilete para organizar los campeonatos que tenían lugar los días previos a cualquier fiesta Patria.
Campeonatos con churros y con tortas fritas y con chocolate y con esa alegría que nos unía de tal manera que nunca teníamos frío pese a que las aulas no tenían ventanas y el patio era un descampado que rodeaba la escuela de techos de latas y una cocina con mesita de madera rústica en la que se amontonaban los vasitos para tomar el mate cocido.
Calentito, humeante y muy reconfortante.
Que repartía con las porteras el niño que llegaba temprano a la escuela y cumplía con las tarea y le alcanzaba las tizas a la señorita.
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El vendedor de escarapelas
Aprovechábamos las tardes de los días jueves para pintar semillas de zapallos que cada uno de los chicos traía para la clase de pintura.
Cada uno con su pincel iba coloreando una a una las semillas y una a una iban siendo puestas las semillas en las cajas.
Una caja celeste y una caja blanca
A la caja blanca iban las semillas blancas
A la caja celeste iban las semillas celestes.
Así siempre, al atardecer cuando llegaban los jueves.
Aprovechábamos los días lunes para unir con pegamento las semillas de zapallo pintadas de celeste y de blanco.
Entonces aparecían flores de semillas de zapallo que no eran flores, eran escarapelas para regalar a los chicos al finalizar la fiesta patria del 25 de mayo.
Cuando me fui de la escuela se quedaron en la escuela las escarapelas de semillas de zapallo pintadas de celeste y blanco y la alegría de los chicos y de los grandes cuando mis alumnos ponían en las manos las escarapelas de color celeste y blanco.
Desde entonces pasaron muchos años, tantos años pasaron que nunca más había vuelto a ver una escarapela de semillas de zapallo
Hasta aquel día en el que el quetrén carreta proveniente de Constitución se había parado en la estación de Banfield y en la que había subido un vendedor de escarapelas….
Dos escarapelas por tres pesos…así promocionaba su mercancía el vendedor de escarapelas
Eran los días previos al 25 de mayo.
Pasó junto a mi lado y distraídamente dejó una escarapela sobre el libro que reposaba en mis manos.
Y entonces , al pasar mis dedos por sobre la escarapela algo que me recordaba a las semillas de zapallo me hizo posar la vista sobre la misma.
Entonces algo de eso que se llama Memoria unido con la magia de ese tren que arrastraba sus vagones hacia Adrogué hizo que mirara fijamente al vendedor de escarapelas.
Algo que se llama recuerdos hizo que el vendedor de escarapelas me clavara su mirada fijamente , tan fijamente que por unos instantes el aula, la escuela, los días jueves y los lunes y las semillas de zapallo y los pinceles y las cajas blancas y celestes se vinieron corriendo desde los ojos del vendedor de escarapelas hasta mis ojos .
No nos reconocimos, pero la magia del encuentro logrado por las semillas celestes y blancas nos envolvieron en ese sentimiento que siempre me unió con aquellos que me tuvieron un día de maestra allá durante los años en que trabajaba como maestra villera.
No me animé a preguntarle si era el “Panchito” a ese hombre que se ganaba la vida vendiendo escarapelas de semillas de zapallo pintadas de color celeste y blanco
El Panchito era el que siempre ayudaba a las porteras a repartir los vasitos de plástico en los que luego tomábamos el mate cocido
El Panchito que era la piel de judas y el que siempre jugaba a la pelota con el cura que nos llevaba naranjas
Pasó y dejó una escarapela en mis manos, como una caricia o como un adiós o como un hasta que volvamos a encontrarnos seño.
Y siguió promocionando sus escarapelas de semillas de zapallo pintadas y barnizadas ,igualitas a las que un día de esos perdidos en el laberinto de los años construíamos con nuestras manos cuando llegaban los jueves y cuando llegaban los lunes.
Allá en la escuela de la villa cuando el perfume que dejaban las naranjas que nos traía el cura y el olor inconfundible del mate cocido calentito que servían las porteras nos arrimaba unos a otros para no sentir que en la escuela pobre y en el aula sin ventanas la patria se hacía Patria en las manos de los niños que pintaban con sus manos las semillas de zapallo con color celeste y blanco
Hasta la Victoria Siempre compañeros docentes.
(No están solos)
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