(Brindo por ello)
Se murió Eduardo Massera, se lo vino a buscar la muerte y lo envolvió con ese su manto helado .
Tan helado que poco a poco esas manos y esos ojos y esa lengua y ese cerebro macabro que llegó a inventar los más crueles medios de tortura que el ser humano podía imaginar se fue haciendo cadáver.
Ya no puede joder más (pensé) no bien me enteré por mi hija mayor a quien estos hijos de puta pretendieron arrebatarme cuando me secuestraron en la casa de mi vieja.
Y aunque la memoria trata muchas veces de tapar los hechos traumáticos que se suceden en el tiempo que nos toca vivir en esta tierra, jamás pude olvidar lo ocurrido en aquel invierno del 77.
Como tampoco he podido olvidar a la madre de María Celeste(mi vecina de celda)de quien pude despedirme aquella noche cuando el encapuchado me llevó hacia el cuartito apenas iluminado en el que mi compañera estaba sentada .
A su pedido me habían llevado hasta ella y mientras me daba una cadenita realizada con hilos de las mantas mugrientas con las que nos protegíamos del frío de aquel invierno me entregaba un mensaje para su hija que según lo que me contaba estaba con su viejo.
Acordate flaca, decile a mi viejo que estoy con vida.
Es el dueño del Aserradero de Florencio Varela.
Han pasado los años y aún cada noche antes de cerrar los ojos para entregarme al sueño la veo sentada , blanca, pálida, delgada y con ese peinado que entonces se usaba y que lo apodábamos “Africa Look”.
Yo pude salir de ese infierno y pude regresar a los brazos de mi hija .
Y pude criarla y pude darle otros hermanos
Pero confieso que ayer cuando mi hija me contó sobre la muerte de este maldito represor abrí una botella de vino blanco que tenía guardada en la heladera y llenándome la copa hasta el borde brindé.
Brindé.
Por vos compañera y por quienes quedaron atrapados para siempre en aquellas celdas roñosas con paredes descascaradas y con un tacho de lavandina para orinar.
Y brindé por la vida que llevo en mi corazón y en mi cuerpo y que ha podido ver morir a este represor, sanguinario y maldito verdugo .
Brindé por todos mis compañeros que no pudieron ver a esta lacra arrastrase por la vida llevado de la mano de la locura.
La muerte fue benevolente, debió morir como murieron mis compañeros de cautiverio.
Debió gemir y debió vomitar y debió llorar y debió sangrar por los oídos y por la boca .
Y debió pedir agua con desesperación y debió tener por lecho de muerte una colchoneta mugrienta llena de piojos.
Y debió estar entre rejas para golpearse la cabeza con ellas para sentir el frío del metal clavarse entre sus huesos.
Y debió sufrir el dolor que producen en el cuerpo las patadas que te perforan el estómago .
La muerte le queda grande.
Estos degenerados no deberían morir.
Deberían padecer la eternidad para sufrir lentamente la muerte hasta el punto inaguantable de suplicar que la parca les tuviera piedad y los matara cubriéndolos con el mismo dolor con que cubrió a los cuerpos que en soledad murieron allá en los pozos.
Que te pudras en el infierno Eduardo Emilio Massera
BRINDO POR ELLO
Hasta la Victoria Siempre
Se murió Eduardo Massera, se lo vino a buscar la muerte y lo envolvió con ese su manto helado .
Tan helado que poco a poco esas manos y esos ojos y esa lengua y ese cerebro macabro que llegó a inventar los más crueles medios de tortura que el ser humano podía imaginar se fue haciendo cadáver.
Ya no puede joder más (pensé) no bien me enteré por mi hija mayor a quien estos hijos de puta pretendieron arrebatarme cuando me secuestraron en la casa de mi vieja.
Y aunque la memoria trata muchas veces de tapar los hechos traumáticos que se suceden en el tiempo que nos toca vivir en esta tierra, jamás pude olvidar lo ocurrido en aquel invierno del 77.
Como tampoco he podido olvidar a la madre de María Celeste(mi vecina de celda)de quien pude despedirme aquella noche cuando el encapuchado me llevó hacia el cuartito apenas iluminado en el que mi compañera estaba sentada .
A su pedido me habían llevado hasta ella y mientras me daba una cadenita realizada con hilos de las mantas mugrientas con las que nos protegíamos del frío de aquel invierno me entregaba un mensaje para su hija que según lo que me contaba estaba con su viejo.
Acordate flaca, decile a mi viejo que estoy con vida.
Es el dueño del Aserradero de Florencio Varela.
Han pasado los años y aún cada noche antes de cerrar los ojos para entregarme al sueño la veo sentada , blanca, pálida, delgada y con ese peinado que entonces se usaba y que lo apodábamos “Africa Look”.
Yo pude salir de ese infierno y pude regresar a los brazos de mi hija .
Y pude criarla y pude darle otros hermanos
Pero confieso que ayer cuando mi hija me contó sobre la muerte de este maldito represor abrí una botella de vino blanco que tenía guardada en la heladera y llenándome la copa hasta el borde brindé.
Brindé.
Por vos compañera y por quienes quedaron atrapados para siempre en aquellas celdas roñosas con paredes descascaradas y con un tacho de lavandina para orinar.
Y brindé por la vida que llevo en mi corazón y en mi cuerpo y que ha podido ver morir a este represor, sanguinario y maldito verdugo .
Brindé por todos mis compañeros que no pudieron ver a esta lacra arrastrase por la vida llevado de la mano de la locura.
La muerte fue benevolente, debió morir como murieron mis compañeros de cautiverio.
Debió gemir y debió vomitar y debió llorar y debió sangrar por los oídos y por la boca .
Y debió pedir agua con desesperación y debió tener por lecho de muerte una colchoneta mugrienta llena de piojos.
Y debió estar entre rejas para golpearse la cabeza con ellas para sentir el frío del metal clavarse entre sus huesos.
Y debió sufrir el dolor que producen en el cuerpo las patadas que te perforan el estómago .
La muerte le queda grande.
Estos degenerados no deberían morir.
Deberían padecer la eternidad para sufrir lentamente la muerte hasta el punto inaguantable de suplicar que la parca les tuviera piedad y los matara cubriéndolos con el mismo dolor con que cubrió a los cuerpos que en soledad murieron allá en los pozos.
Que te pudras en el infierno Eduardo Emilio Massera
BRINDO POR ELLO
Hasta la Victoria Siempre
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