martes, 7 de diciembre de 2010

Pedro Pablo Caffi debe renunciar




Que se vaya a tocar la flauta traversa.

Y se dedique a practicar y a meditar desde el contexto que seguramente la música le ha de brindar a este soberbio que tiene aptitudes para dictador pero carece de la sensibilidad necesaria para el trato con sus compañeros artistas.
Suele suceder muchas veces que personajes siniestros como el Director del Teatro Colón resultan superados por la incapacidad y la falta de idoneidad para el desempeño del cargo en el que han sido designados o acomodados.
Vaya uno a saber.
Lo que no puede dejar de pasarse por alto es que este flautista al parecer se ha olvidado que está tratando con artistas, con seres que poseen una sensibilidad que los distingue del resto de los mortales porque no todos los mortales tienen el virtuosismo que los instrumentistas, bailarines y trabajadores del Teatro Colón ponen en funcionamiento cada vez que el público comparte la interpretación que de la música hace cada uno de ellos.
Según tengo entendido este arrogante , este impertinente y desubicado personaje ha puesto en funcionamiento los mecanismos de la represión en el ámbito artístico y con el cinismo de un perverso ha comenzado a repartir suspensiones, sumarios e investigaciones.
Evidentemente algo muy pero muy alejado del ámbito en el que seguramente cada uno de los artistas en protesta se formaron .
Porque se nace artista y porque expresarse instrumentalmente necesita de la práctica amén del virtuosismo.
Mucha veces y siendo alumna del Julián Aguirre solíamos ratearnos de las clases de armonía para filtrarnos en el “gallinero”del Colón , lugar en el que según nuestros profesores y profesoras de entonces(Galia Schallman, Cora Aguirre Achával , Osvaldo Zeoli)entre otros , afirmaban y nos concientizaban que al “gallinero “iba la gente que sabía música y la interpretaba.
Así que pasando los años he regresado muchas veces a ese lugar en donde junto a mis compañeros y compañeras de entonces disfrutábamos del arte de los artistas del Teatro Colón.
Lo llevo en mi corazón, lo llevo en mis venas y lo llevo en cada uno de mis pelos que se erizan si por casualidad Tchikovsky, Debussy, Ravel, Schubert me traen entre sus notas la nostalgia de aquellos días de mi paso por el Julián Aguirredel que nos rateábamos y tomando el tren nos íbamos a las funciones.
Penalizar y criminalizar la protesta de quienes defienden con la dignidad de los trabajadores sus puestos de trabajo, han de encontrar en mi y en mis compañeras y compañeros un total y continuo apoyo a esa RESISTENCIA ARTÍSTICA que seguramente interpretará la mejor y más perfecta de las obras del hombre.
Esto es la Sinfonía de la DIGNIDAD que seguramente retumbará en las orejas de los burros e inoperantes funcionarios que aún insisten en reprimir acosando y denigrando a los trabajadores del teatro Colón.

Hasta la Victoria Siempre

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