jueves, 17 de diciembre de 2009

ANILLOS DE ORO

Diciembre 17/12/09

Dedicado a mi hija Agustina y a Mariano (el amor de Agustina)


Han pasado los años, tantos que al pasar se llevaron mi juventud y me dejaron su marca indeleble.

En los ojos, en la piel, en el cabello y en el alma.

Experiencia se llama, o si se quiere sabiduría.

Esa sabiduría que no es ni la doxa ni le espisteme, sino tan solo el cúmulo de vivencias que ,como gotitas de agua que van tallando y horadando la piedra tras el paso de los días de a poco, casi sin que la naturaleza se de cuenta ,la montaña se transforma en valle y el valle en desierto y el río en laguna y la laguna en mar o el mar en lago quieto a través de cuya quietud es posible descubrir como los peces se mueven ajenos a las mutaciones que el tiempo inexorablemente produce en todo lo que forma parte de esta tierra que los humanos compartimos desde que el mundo es mundo.

En ese tiempo que se llevó mi juventud ocurrieron cosas maravillosas y horrorosas.

Vi morir a mis seres más queridos, vivencié ese dolor que se siente al extrañar al que caminaba una vez el camino diseñado para dos o si se quiere soñado por dos para dos.

Vi desvanecerse las ilusiones que mi impetuosa juventud dibujaba en ese pizarrón que es el futuro y mis ojos se cansaron de llorar en las esperas de aquellas compañeras que nunca regresaron y a quienes jamás pude ponerles una flor en una tumba porque se las tragó la nada como a tantos otros compañeros que se fueron asi, como solían irse los jóvenes de aquellas épocas en que mis abriles vivían entre tanques, secuestros, torturas, dictaduras y desapariciones forzadas.

Pero, también en esos días de horror y de no saber si mañana estabas vivo para poder prenderte en un beso a la luz de las foralas de la plaza de la iglesia o para recibir a los compañeros que salían a pintar en las noches las proclamas con que intentábamos no encadenar nuestras utopías a la avaricia asesina de los que creían que hacer Patria era ASESINAR a la juventud que era el futuro de la Patria…..ocurrieron cosas maravillosas.

Nacieron mis hijos

La razón de mi existencia, la fuerza que me levantó del suelo cada vez que el pasado insistía en volver tal vez para recordarme que una vez había estado en un Pozo.

Por ellos viví y por ellos luché y resistí.

Mis hijos me salvaron.

La vida me quitó muchas cosas.

Y al mismo tiempo que me quitaba me daba.

Y me dio a Agustina la hija que yo había soñado en el pozo.

Si yo salía de ese antro de dolor, de muerte, de tortura y de humillación, yo quería tener una hija

Que nació a nueve meses de haber salido del horror de las rejas y las celdas confundidas con el sonido de las botas y los borceguíes al subir las escaleras.

Y que nació con los ojos y con la mirada que reproducían y reproducen aún en su adultez a aquél que me ayudó a traerla a este mundo.

Y que hoy ,( a tanto tiempo de aquellos acontecimientos que tallaron su niñez y su juventud que no le perdonó ser hija de “subversivos” y “ex –detenidos –desaparecidos”) ha grabado un nombre en un anillo de oro que dice simplemente: Mariano.

Agustina y Mariano han intercambiado los anillos de oro que positivamente se que los mantendrán unidos de por vida.

Se aman.

Y por eso envejecerán juntos.

Y se multiplicarán en muchos hijos.

Y sus hijos que serán mis nietos crecerán en este país que, junto a quienes hoy no están para compartir conmigo esta alegría disfrutarán de la vida en democracia sin el temor de que su sueño sea interrumpido por fusiles o por botas derribando puertas y arrastrándolos de los cabellos para, amordazados y tabicados robárselos a sus madres para nunca más devolverlos a sus afectos.

Y envejecerán el uno al lado del otro.

Y podrán caminar escuchando el crujir de las hojitas de otoño que ,desparramadas en las calles empedradas de este pueblo seguirán oliendo a jazmines y a fresias y a mierda

Yse adherirán a las suelas de sus zapatos.

Y recordarán.

Y me recordarán.

Y nos recordarán.

En la paz y en la quietud de un mundo que entre todos ayudamos a forjar para las generaciones futuras.

Y juntos partirán.

Algún día.

Como yo he de partir para encontrarme con mis cumpas que se me estarán esperando.


No lograron aniquilarnos.

Una generación desaparecida por los mercenarios del dolor, de la muerte y de la tortura no pudieron con la lucha y la resistencia de los que sobrevivimos.

Hemos vencido .

Nuestra semilla ha germinado.

En amor.

En compañerismo.

En solidaridad.

En esperas.


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