viernes, 6 de agosto de 2010

MI VIEJO FUE UN MILICO FIEL AL GENERAL




Yo lo recuerdo a mi viejo con sus ojos azul-celeste llenos de lágrimas.
Eran lágrimas de impotencia(eso lo supe con el tiempo cuando ya mi viejo se había ido de este mundo y yo lo recordaba mirando una foto en la que con su uniforme de milico parecía mirarme desde ese rincón de los recuerdos que desde” Las Lomitas “ (su destino en Formosa) me habían dejado.
Prendidos a mi alma quedaron mi viejo y su mirada y sus armas de esgrima .
Aún están conmigo y aún insisten en acercarme a ese milico que supo ser un milico compañero de sus compañeros de armas y fiel al General Perón a quien yo conocía familiarmente con el sobrenombre de “Pocho”.
¿Sabes una cosa mi reina? (porque para mi viejo yo siempre fui su reina”)ese hijo de puta de Lonardi se le ha sublevado al “Pocho” y cuenta con el apoyo de los traidores del ejército que han armado una revolución para quitarle el gobierno.
Tal vez las explicaciones de mi viejo tendían a ser sencillas y comprensibles como para que yo que entonces era tan pequeñita entendiera el motivo de las lágrimas en sus ojos.
Nunca lo había visto tan angustiado a mi viejo y puedo aún recordar que sentía que se me estrujaba el corazón y me latía tan fuerte que ni siquiera los abrazos de mi viejo lograban calmarlos.
Yo recuerdo aquellas palabras de mi viejo que quedaron adheridas a los días que se sucedieron con la Revolución del 55 que intentó enterrar al peronismo y al general.
Y también recuerdo a mi viejo contándome de un coronel al que el “hijo de puta” le había disparado en la oreja cuando junto a otros traidores a la Patria y a la Constitución se habían trenzado en el casino de oficiales de la Escuela de Artillería.

Recuerdos que me han quedado y que celosamente encerrados en mi memoria han salido hoy al tomar conocimiento que por órden judicial la plaza que lleva el nombre de Eduardo Lonardi debe cambiar de nombre.
Porque deshonran la Memoria los nombres de quienes se alzaron en armas contra la Patria .
Y como entonces,( como cuando los ojos azules de mi viejo se llenaban de lágrimas y yo desde mi inocencia quería saber el porque mi viejo que nunca lloraba lo hacía frente a “su reina”.) mi corazón ha latido con mucha fuerza.
Y esta vez con el paso del tiempo los abrazos de mi viejo han logrado calmarme.
Y he podido llorar con mi viejo.
Pero no de impotencia sino de alegría.

Hasta la Victoria Siempre.

AMÉN
(Volveremos a encontrarnos algún día, estoy segura)

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